¿Panel fino o panel grueso? La decisión clave para la eficiencia de tu cámara frigorífica

La elección del grosor de los paneles en tu cámara frigorífica no es solo un detalle técnico: es la diferencia entre tener un sistema eficiente o una factura energética que se dispara. Vamos al grano para que entiendas cómo afecta directamente a tu bolsillo y a la productividad de tu negocio.

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¿Por qué el grosor de los paneles es tan importante?

Imagina que tu cámara frigorífica es como una nevera gigante. Si el aislamiento es bueno, el frío se queda dentro y el calor fuera. Si es malo, tu equipo de refrigeración tendrá que trabajar el doble para mantener la temperatura, y eso significa más consumo, más averías y menos vida útil del sistema.

El grosor del panel es el “abrigo” de tu cámara. Cuanto más grueso, mejor protege del frío exterior (o del calor, según se mire). Y aquí no hay trampa ni cartón: un buen aislamiento se traduce en menos fugas térmicas, menos trabajo para el motor y, por tanto, en un ahorro directo en la factura eléctrica.

¿Qué grosor necesitas según la temperatura?

No todas las cámaras necesitan el mismo nivel de aislamiento. Depende, sobre todo, de la temperatura de trabajo:

• Cámaras de refrigeración (+0°C a +5°C): normalmente se usan paneles de 80 mm de grosor. Perfectos para supermercados, hostelería, floristerías o colegios.

• Cámaras de congelación (-10°C a -20°C): aquí ya hablamos de paneles de 100 a 140 mm. Son los que montamos en carnicerías, pescaderías o industrias alimentarias.

• Túneles de ultracongelación (-30°C a -60°C): para estos, lo recomendable es irse a paneles de 150 a 200 mm. Es el estándar en laboratorios farmacéuticos o industrias que requieren congelación extrema.

¿La clave? No escatimar en aislamiento. Un panel más fino puede salir más barato al principio, pero lo acabarás pagando con creces en la factura de la luz y en reparaciones.

El impacto real en tu factura y tu negocio

Vamos a poner las cartas sobre la mesa: elegir el grosor adecuado de los paneles puede suponer un ahorro de hasta un 40% en consumo energético. Por ejemplo, en una cámara de unos 50 m² que trabaja a -18°C, optar por paneles de 120 mm en vez de 100 mm puede representar hasta 1.200€ de ahorro al año solo en electricidad. Y eso sin contar los costes de mantenimiento o las posibles averías por forzar el motor.

Además, un buen aislamiento significa menos formación de escarcha, menos ciclos de desescarche y menos paradas técnicas. O lo que es lo mismo: más tiempo de funcionamiento y menos dolores de cabeza.

Y ojo, que esto no solo va de dinero. En sectores como la alimentación o la farmacia, cumplir con las normativas de seguridad e higiene es obligatorio. Muchas veces, la legislación exige un grosor mínimo de panel para garantizar que se mantiene la temperatura y no hay riesgos para la salud.

Flexibilidad y futuro: piensa en el mañana

Otra ventaja de elegir bien el grosor de los paneles desde el principio es la flexibilidad. Los paneles modulares permiten ampliar la cámara en el futuro sin complicaciones, y si ya tienes en mente que tu negocio puede crecer, invertir en un buen aislamiento es una jugada maestra.

Y si ya tienes una cámara instalada y notas que el consumo se dispara, existen soluciones como añadir cortinas de aire en las puertas, mejorar el sellado o incluso revestir las paredes con paneles adicionales. Pero, como siempre decimos en Monkfri, lo más eficiente es hacer las cosas bien desde el principio.

¿Cómo saber si estás eligiendo bien?

No hace falta ser ingeniero para entenderlo, pero sí es importante dejarse asesorar por profesionales. En Monkfri, lo primero que hacemos es analizar tus necesidades: qué vas a almacenar, a qué temperatura, cuánto espacio necesitas y cómo va a crecer tu negocio. Con esa información, te recomendamos el grosor de panel que mejor se adapta a tu caso, sin venderte ni más ni menos de lo que necesitas.

¡Hablemos!